Friday, December 23, 2011

Cuando “El” vino a la ciudad.

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Historia de Navidad por: Rodrigo A. Juárez

Esteban apago el botón del despertador tan rápido como pudo en cuanto estucho el primer pitido, no quería que los niños se despertaran después de que tardo tanto tiempo en convencerlos de que se fueran a dormir.

Su esposa, Daniela, también se había despertado, pero de inmediato se volvió a acomodar, segura de que tendría por lo menos un par de horas más de sueño antes de ser despertada por los gritos y la alharaca, pero ¿Qué le vamos a hacer? Es una vez al año.

Con la sensación de in satisfacción que siente cualquier persona que solo ha dormido un par de horas cuando debiera de dormir mas, Esteban se puso unos jeans sobre la pijama, sus pantuflas y una chamarra, ya que tenía que salir a la calle a sacar los regalos de la cochera, además tenía que sacar la caja de herramientas para armar la dichosa bicicleta de Manuelito. Claro que pudo haber comprado la bicicleta ya armada, pero sería más fácil esconderla sin armar, además ¿Qué tan difícil puede ser? Calculaba que le tomaría una hora a lo más armar la bici, acomodar las cosas, y cuando los niños se levantaran: Feliz Navidad para todo el mundo.

Eso estaba pensando mientras bajaba las escaleras de la casita de interés social en donde vivía con su familia, pero su tren de pensamiento se descarrilo cuando vio, armada y reluciente, reflejando las luces del árbol de Navidad en su superficie pintada de azul metálico, la bicicleta de Manuelito junto a los demás regalos, todos ellos envuelto y listos para despertar la ilusión y crear sonrisas y recuerdos imborrables. Se froto lo ojos para ver mejor, tal vez estaba todavía soñando, pero no era así, estaba seguro de ello, y otra cosa: ¿Qué no la bici era de color rojo?

Confundido, regreso a su habitación, se volvió a quedar en pijama antes de acercarse a la cama para despertar a su esposa:

- ¿Dani? – murmuro mientras le empujaba levemente…

- ¿Qué…que paso, gordo? – Contesto sin abrir los ojos ni cambiar de posición

- Oye, mi amor… ¿Tu armaste la bici y pusiste los regalos?

Lo extraño de la pregunta, la obligo a incorporarse y voltear a ver a su extrañado esposo.

- No, gordo…quedamos que te tocaba a ti este año, además ¿como la voy a armar yo, si yo no sé de eso?

- Pues ya está todo armado y puesto allá abajo – contesto, en voz baja - ¿No te ayudo tu hermano o tu papa y no te acuerdas?

- ¿Cómo no me acordaría de eso, gordo? Además…

Su frase fue interrumpida por un par de gritos de alegría que venían de abajo, no habían escuchado como los niños se habían escabullido para espiar si ya había llegado Santa, y para su alegría, así había sido.

- ¡Si vino! ¡Si vino! ¡Ya vino Santa Claaaaauuuuussss!!!!

Daniela y Esteban se levantaron rápidamente y bajaron las escaleras para encontrarse con los pequeños.

Una escena de absoluta felicidad infantil, llena de sueños satisfechos, deseos cumplidos y esa alegría que solo uno puede sentir siendo niño en una mañana de Navidad estaba frente a sus ojos. Sus hijos reían, brincaban de sillón en sillón en sus pijamas, cantaban y gritaban, Manuel fue el primero.

- ¡Que de pelos! ¡Si me trajeron la bici roja como la quería y el PZP…Woooow! ¡Cuantos juegos!

Por su parte, Danielita, su hermana, rompía envolturas como si su corta vida dependiera de ello.

- ¡Todas las MonsterBabies! ¡Con los vestidos!... ¡Y mi YPod color Lila! – y al decir esto, soltó un chillido de emoción que alcanzo decibeles peligrosos para el oído humano, poniendo en duda la verdadera capacidad de sus pequeños pulmones de 8 años.

Era la primera vez en sus cortas vidas que recibían en verdad todo lo que habían pedido en sus cartas a Santa, en otros años recibían una o dos cosas, e inclusive nada de lo pedido, pero cada año había regalos bajo el árbol la mañana del 25, y siempre los habían recibido muy alegres, pero nunca como en esta ocasión.

Sus padres, que los veían desde la escalera con una mezcla de alegría e incredulidad, supieron en ese momento que algo no estaba del todo bien, aunque jamás habían visto a sus hijos tan contentos.

Verán, la niña había pedido un Ypod de color lila desde su cumpleaños, dos meses atrás, sus padres y tíos recorrieron cuanta tienda, puesto de la calle y sitios de venta y subasta de internet, sin éxito, hasta que un correo directo al fabricante les confirmo lo que temían: No existía tal cosa, no fabricaban YPods de color Lila. Pero amablemente les regalaron $50 para bajar canciones en la tienda de YSong.

Con eso en mente, Daniela Madre, rompió el silencio con un aplauso para llamar su atención, cuando por fin lo logro, indico lo siguiente…

- A ver, a ver… qué bueno que ya llego Santa Claus, ya vieron sus regalos, pero son las 5 de la mañana…regrésense a la cama, duérmanse un rato y luego juegan con sus cosas…¿Sale?

Con pucheros y refunfuños de “Pero Mamaaaaa….” Lograron que regresaran a sus cuartos varios minutos después. Se quedaron solos en la sala, iluminados solo por las luces del árbol.

- ¿Qué carajos fue eso? - Dijo Esteban en voz baja – Quedamos en no gastar tanto este año, el chingao’ PZP costaba tanto como nuestro presupuesto para juguetes…

- Pues para que se lo compraste – Contesto Dani con tono indignado

- ¡Yo no se lo compre!…¿de donde saco la lana? Mejor compraba algo para la casa, un calentador nuevo por ejemplo…además: ¿Y el resto de los regalos, los muñecos, la ropa y los dulces?

- Sepa…a ti te tocaba acomodar este año –

Los ánimos se empezaron a calentar en esa fría madrugada invernal, Esteban subió a su habitación y bajo de nuevo en chamarra y pantuflas, salió de la casa y se dirigió a la cochera, abrió la cajuela del coche para confirmar lo que se temía: Allí estaban los regalos de los niños que ellos habían comprado, y, escondido entre cajas de revista viejas, dentro de una negra bolsa de basura se encontraba la bicicleta de Manuelito. En un acto intempestivo, nacido de la duda, rompió la bolsa, llego a la caja y la abrió, haciendo saltar las grapas de la caja: La bicicleta era de color azul.

De todas maneras, cargo con los regalos y entro a la casa extrañado y ligeramente asustado, Dani le vio con las bolsas y con el ánimo más relajado, pero no le gusto la expresión de su rostro.

Ambos sacaron en silencio los paquetes de las bolsas, excepto la bicicleta, que se quedo oculta en la cochera y los acomodaron bajo el árbol, ya que se los habían comprado, que los reciban de todas maneras, les dirán que se los compraron ellos, aunque la única muñeca de las MonsterBabies que le habían consiguió a Danielita se quedo guardada, ya que estaba repetida.

Sumidos en la confusión, Dani hizo café y esperaron a que amaneciera, tenían muchas llamadas por hacer.

Para cuando salió el sol, Dani y Esteban ya habían mandado cualquier cantidad de mensajes de texto y voz, correos o “Tweets” a todos sus familiares y conocidos, intentando averiguar si alguno de ellos se les adelanto a comprar los regalo o qué demonios paso.

Antes de recibir alguna respuesta, la televisión y el internet aclararon (más o menos) sus dudas.

De acuerdo a miles o casi millones de reportes de todo el mundo, o por lo menos en donde se celebraba la Navidad y se esperaba que Santa Claus llegara en la madrugada del 25 de Diciembre. Dichos reportes trataban de lo mismo: Al parecer, en todo el planeta, todos los niños que escribieron su carta a Santa Claus, recibieron EXACTAMENTE lo que pidieron.

Una oleada de risas infantiles les hizo asomarse a la ventana y ver hacia la calle.

Todos los niños que vivan en la cuadra salieron la jugar extasiados de felicidad: Patinetas, bicicletas, patines, montables, triciclos, e inclusive, dos niñas, acompañadas de unos padres con cara de susto debajo de una sonrisa forzada, venían montadas en ponis que andaban inseguros por la acera , uno de los ponis era de color rosa con la crin llena de brillantina.

En el noticiero las cosas no eran muy bonitas, aunque en todo el mundo, los niños no podían estar más felices, los adultos estaban increíblemente consternados y llenos de miedo, en sus salas habían aparecido montañas de juguetes de todo tipo que ellos no habían comprado, en sus cocheras aparecieron ponis, motocicletas y autos de verdad. Legiones de perritos y gatitos, tortugas, serpientes, monos capuchinos, hámsteres, peces y peceras llenas de ellos.

Consolas de video juegos en todas sus variantes con cuantos controles especiales y juegos se puedan concebir, colecciones completas de muñecas y figuras de acción, con vehículos, fortalezas armadas, castillos mágicos y casas de ensueño, baterías incluidas. Teléfonos celulares, Tablets, Laptops, reproductores de MP3, Estéreos y Televisiones “para mi solito/a” instalados en los cuartos de los niños.

Disfraces de bailarina, astronauta, princesa, pirata, Batman, Superman, La Mujer Maravilla y el Hombre Araña, equipos completos para jugar futbol, futbol americano, beisbol, mascaras y cinturones de campeón de lucha libre. Pianos, Guitarras,Baterias Bajos, y Saxofones.

Cosas tan increíbles como robots que hacen la tarea y los quehaceres, maquinas que convierten el brócoli en chocolate, patinetas anfibias, libros inéditos de Harry Potter, mascotas de colores raros, botas para saltar con resortes, detectores de monstruos bajo la cama, muñecas que eran prácticamente androides y ginoides con inteligencia artificial, un dinosaurio de peluche de tamaño natural , trenes que recorren la sala , el patio y el comedor, malvaviscos gigantes, una docena de unicornios, un niño en Moscu, despertó para encontrar que su cuarto era el interior de El Halcón Milenario y en países en donde eso no sucedía, comenzó a nevar.

(Aunque cabe mencionar que, ningún niño recibió un regalo que pudiese ponerlo en peligro o que representara una carga o molestia para los adultos, detalle interesante)

Allí, viendo los copos de nieve caer, fue cuando Dani y Esteban se rindieron y simplemente se dejaron llevar con una sonrisa de complicidad.

Lo más increíble es que, inclusive deseos navideños fuera de lo material fueron cumplidos: milagrosamente, miles de niños, padres y hermanos con cáncer y HIV se curaron, matrimonios divorciados, encontraron razones para darse una segunda oportunidad, familiares que se encontraban lejos, tocaron la puerta esa mañana y se reunieron, padres, madres, hermanos y hermanas mayores pertenecientes a diferentes destacamentos de fuerzas armadas alrededor del mundo, se encontraron en la sala del hogar, junto al árbol “aunque sea solo por Navidad”, lluvia para las cosechas , o que dejara de llover, los que pidieron que papi o mami encontraran trabajo, estos recibieron correos y llamadas extraordinarios en donde las empresas que los habían dejado ir, cambiaban de opinión o habían revisado los libros y si podrían seguir empleándolos o que los trabajos que solicitaron en fechas recientes, estaban listos para recibirlos después de las fiestas.

Claro, no se pudo regresar a nadie de la muerte, pero los niños que pidieron volver a ver a sus familiares o amigos fallecidos, tuvieron esa noche un magnifico sueño mientras dormían, en donde sus seres queridos les recordaban cuanto los querían, que estaban bien y que no los iban a olvidar y que siempre estarían viviendo en sus recuerdos y en su corazón. Despertaron con una sonrisa y una lagrima de alegría.

Mientras tanto, los adultos no podían comprender como es que todo esto había aparecido en sus casas, ninguno tenía el poco corazón de quitarles los juguetes y regalos a sus niños, en especial cuando en verdad no podían pagar por todo eso. Y de los demás milagros ni se diga.

La gente tenía temor, pero estaba agradecida por todo, se hablaba y susurraba, como siempre que pasa algo bueno, de terribles consecuencias y orígenes de la situación: el fin de los tiempos, un plan maestro de las malvadas corporaciones, que tarde o temprano obligarían a la gente a pagar por todo, que si era una campaña política, un acto terrorista, que si los juguetes tenían armas químicas, bombas o virus letales escondidas, que si era una campaña de publicidad, mensajes satánicos subliminales, trabajo de alienígenas, tanto malignos como benignos, fraudes, alucinaciones, histeria colectiva.

Pero los juguetes y los dones dados estaban allí y no había forma de negarlo y solo había una explicación lógica:

Santa Claus había venido a la ciudad.

La histeria se convirtió en esperanza e ilusión, y un re planteamiento total de la forma de celebrar las fiestas navideñas.

La lógica le indico a la gente que si Santa estaba surtiendo listas, pues entonces Los Reyes Magos las surtirían a lo triple.

Entonces, en un frenesí de ambición, en los países en donde era tradición hacerlo, se escribieron millones de cartas de niños, adultos, jóvenes y viejos, que abarrotaron los buzones, cubrieron el cielo de globos de colores y llenaron los balcones y ventanas de zapatos con su respectiva carta.

Oro, diamantes, pieles, coleccionables, autos, helicópteros, bienes raíces, vinos, licores y artículos gourmet, dinero en efectivo, aumentos de sueldo y asensos, deudas cancelada de tarjetas de crédito y con Hacienda, novios, novias y cualquier tipo de asuntos de índole sexual, artículos electrónicos, animales exóticos, vacaciones pagadas, fastuosas fiestas, bodas y banquetes e intervenciones quirúrgicas estéticas, substituyeron a los juguetes en las cartas de los adultos.

Las corporaciones comerciales temían lo peor y ya planeaban la creación de una nueva fiesta a mediados de año para que los niños reciban juguetes y los adultos regalo, sin pedirlos a nadie con poderes mágicos. Los publicistas estaban colgados de la lámpara: ¿Qué pueden vender cuando todo es gratis?

Llegando el día y de acuerdo a la tradición, la gente se fue a dormir mucho muy temprano: para las 20:00 hrs o su equivalente en el meridiano correspondiente, ese 5 de Enero: Madrid, Barcelona, Quito, Lima, Bogotá, Ciudad de México, Monterrey, Buenos Aires, Rio de la Plata, La Habana, Montevideo, todos los barrios hispanos de Los Ángeles, Chicago y New York…ciudades dormidas por completo, ni una sola alma en las calles, ni un ruido en la casa, ni siquiera un ratón.

El silencio se rompió con un grito de indignación al romper el alba.

Casi en todos los zapatos de los adultos que esperaban un regalo, había una gran pieza de carbón, negra como el pecado.

En algún lugar de la Ciudad de México, en una casita de interés social, Dani y Esteban bajaron corriendo la escalera antes que los niños.

En los zapatos de Danielita y Manuel estaban sus regalos, no eran muchos, después de todo, recibieron todo lo que querían en Navidad, pero cuando vieron sus zapatos vacios, y sus piezas de carbón en ellos, sintieron como si el alma se les cayera a los pies.

No se explicaban cómo había pasado, hicieron lo que debían, se acostaron temprano, no se asomaron a espiar, y hasta dejaron paja y agua para los animales (la cual, ni tocaron, supongo que estaban llenos por comerse los de las otras casas…).

En medio de su decepción, Danielita bajo muy tranquila las escaleras, no había prisa, allí iban a estar por seguro sus regalos: Había una caja con el set de Escuela de las MonsterBabies, que se olvido de pedir a Santa, y una caja con agujeros para respirar, la cual abrió para encontrarse con, al igual que su carta decía: “El perrito más lindo y cariñoso del mundo”.

Se acerco a sus entristecidos padres:

- ¿No les trajeron nada Los Reyes? – Pregunto, mientras el perrito en sus brazos le lamia la cara con alegría.

- No, mi amor… ¿Tú crees? – Contesto su madre sin ganas, pero sin mostrar su pena – Creo que no les trae a los grandes…-

- Mmmmm…No creo que sea eso… ¿Se portaron bien?

Como si un copo de nieve les hubiera caído en el cerebro, ambos reaccionaron y se preguntaron en silencio, a la vez que se volteaban a ver:

¿En verdad nos portamos bien?

Como en la mañana de Navidad, el ruido en la calle de risas y gritos infantiles, les obligo a asomarse.

Vieron muchos niños jugando, pero solo un adulto, el vecino del 544. El había donado un riñón a su esposa, aunque estaban divorciados.

Venia sobre la calle, riendo y gritando de alegría, montado en una motocicleta Harley-Davidson clásica, su hijo en su regazo, y un bajo muy parecido al de Paul McCartney, colgado de la espalda, el cual parecía que estaba autografiado.

Dani, Esteban, y cualquier persona, niño o adulto, en este mundo que alguna vez deseo que Santa o los Reyes les cumpliera sus deseos, la tenían muy clara.

Tenían 359 días para portarse bien con ellos y sus semejantes.

Porque Santa Claus vendrá a la ciudad.

(Y los Reyes tampoco se andan con medias tintas)

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