Sunday, November 20, 2005

LUGARES OSCUROS I

EL DIA DE HOY, PARA SALIRME UN POCO DE LAS TARUGADAS DE SIEMPRE, LES COMPARTO UNA PEQUEÑA HISTORIA DE TERROR, (SI, TAMBIEN SE ESCRIBIR EN SERIO A VECES), AI´SE LA CHUTAN Y ME DICEN QUE LES PARECE...OK. HASTA TIENE INTRODUCCION ONDA "TWILIGHT ZONE", QUE, SI SE LA INMAGINAN CON LA VOZ DEL FINADO CLAUDIO BROOKS, ES MEJOR.
EN BREVE CONTINUAREMOS CON NUESTRA PROGRAMACION NORMAL



DESDE EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS, EL HOMBRE PREFIERE LA CLARIDAD Y LA CALIDEZ DE LA LUZ A LA FRIA Y MISTERIOSA PENUMBRA Y TODO LO TENEBROSO QUE HABITA EN ELLA, ASECHANDO AL COBIJO DEL NEGRO TERCIOPELO DE LA NOCHE...PERO...¿QUE PASA CUANDO LA OBSCURIDAD ESTA DENTRO DE LA MENTE Y LOS CORAZONES DE LOS HOMBRES? ¿ QUE LUZ ES LO SUFICIENTEMENTE BRILLANTE PARA ILUMINAR NUESTROS PROPIOS...LUGARES OSCUROS?



LOS LLANTOS SILENCIOSOS

La iluminación pública se reflejaba en los irregulares charcos que la lluvia había dejado en la agrietada banqueta.

Por esta misma lluvia, Marijose tuvo que ir a por el pan mas tarde de lo normal, ya casi no encontró bolillo y ya no había ojos de pancha, que le gustaban tanto, se tendría que conformar con una concha.

Tarareaba una canción popular, mientras evitaba los charcos, aun llevaba su uniforme de la secundaria técnica, falda gris a cuadros y sweater café, iba pensando en sus cosas, en las cosas que pueblan la mente de una niña normal de 14 años.

Con ese exceso de inocencia y la confianza que da recorrer el mismo tramo de calle todas las noches, Marijose no noto que, de cerca aunque muy cautelosamente, alguien la seguía.

El merodeador caminaba despacio, evitaba los charcos para no hacer ruido, llevaba zapatos tenis y un juego de pantalones para correr y sudadera gris oscuro con capucha, ropa cómoda, por si necesitaba escapar rápidamente.

El no era de esa colonia, inclusive era de un vecindario de clase media- alta, cuando iba allí se llevaba un coche viejo y chocado que pasaba desapercibido y no temía que se lo robaran, el ya tenia un sistema, rondaba estos barrios populares, cometía su crimen, huía y no volvía nunca al lugar…el criminal en esta ocasión, no regresaba a la escena de el crimen.

Con la cabeza gacha, oculta por la capucha de la sudadera seguía con la mirada a Marijose con su uniforme y su andar despreocupado, excitado cada vez más por la figura en transición de niña a mujer de su presa elegida.

No sabia cuanto tiempo podría sostener la erección que intentaba ocultar andando ligeramente encorvada, sus bajos y animales deseos nublaban su mente, llenándolas de perversas fantasías, fantasías que hacia realidad como un depredador con jóvenes e inocentes victimas a las cuales despojaba de sus mundos de ilusión y de sus sueños, para arrastrarlas con dolor y miedo a su mundo de frustraciones y fracasos.

O tal vez simplemente se sentía solo y abandonado, ignorado por las masas de esta ciudad que todo lo devora, tendría resentimiento con la sociedad que lo rechaza por no ser el ideal de persona física y socialmente…

Aunque mas bien en un patético pervertido, débil y cobarde…

En cualquier caso, llevaba mucho tiempo haciendo lo que hacia y no sentía ningún remordimiento, y, si había un momento para actuar…ese era ahora.

Aun faltaban algunas calles para llegar a la casa de Marijose, y, aunque su madre le dijo que no se tardara, ella a propósito bajaba el ritmo de su caminar, así aprovechaba estos pocos minutos fuera de su casa, sin regaños, sin hacer la tarea y sin hermanos molestos.

Sus pensamientos fueron interrumpidos e intercambiados por pánico, por una sudorosa mano que le cubrió la boca para impedir que gritara y un brazo que le rodeo el cuerpo, e intento arrastrarla con desesperación hacia un callejón cercano que desbocaba a un terreno baldío.

Pero Marijose no era nada tonta, y haber nacido y crecido en un barrio bravo de la ciudad le ha dado un instinto de conservación mayor al de una chica normal.

Comenzó a patalear con la esperanza de propinar un puntapié a su agresor, también agito los brazos e intento morder la mano que la amordazaba, su atacante no esperaba tanta resistencia, y en un segundo de descuido, Marijose logro encajar con todas sus fuerzas sus dientes entre el pulgar y el índice del presunto violador.

Este, gritó de dolor y frustración, el supuesto depredador sexual estaba siendo confrontado.

Dos segundos le tomo a Marijose dejar salir el grito mas fuerte y agudo de su vida, su atacante estaba empezando a caer en el pánico, metió su mano en uno de los bolsillos laterales de su sudadera, con la intención de sacar una navaja de bolsillo que llevaba con el para este tipo de situaciones.

Aunque jamás la había usado, solo la baldía para intimidar, no logro sacarla cuando las luces de un microbús que estaba estacionado cerca lo iluminaron.

Su rostro se torno pálido, su victima retrocedió unos pasos, escucho voces y gritos que salían de el microbús.

De el salieron cuatro personas, chóferes de el sitio cercano que estaban dentro de el vehículo después de horas, bebiendo y platicando, como tenían las luces apagadas, no los había visto.

- ¡Orale cabron que te trais’!-
- ¡Se quiere chingar a la Marijose!-
- ¡Vamos a partirle toda su pinche madre!-

Imágenes de linchamiento invadieron su febril mente, olvido por completo a la niña y salio huyendo cuan rápido le permitieron sus piernas, eran muchos para enfrentarlos y aparte de que estaban bajo los efectos de el alcohol, eran mas fuertes que el.

Y después de todo, si no fuera un cobarde, no seria un violador de niñas.

Como alma que lleva el diablo corrió por las laberínticas y mal pavimentadas calles, a sus perseguidores se les habían unido mas personas, que le arrojaban botellas que explotaban en miles de cristales a sus pies y piedras, algunas de estas llegaron a lastimar su espalda y sus piernas, tenia la impresión de que tenia una costilla rota.

Su única idea era llegar a su coche, pero era imposible, no podía perderlos por más que serpenteaba entre los callejones y saltaba bardas, era prisionero del territorio de sus perseguidores.

Los gritos eran cada vez más fuertes y se escuchaban mas cerca, en su desesperación se acercaba a las puertas de las casas e intentaba abrirlas sin éxito.

De pronto, una puerta cedió, entro rápidamente y se quedo de espaldas a la misma para intentar evitar que alguien entrara, el lugar estaba oscuro y no veía mas allá de sus narices , estaba muy asustado, cansado y lastimado y no sabia que hacer, un hilillo de orina tibia recorrió el interior de su pierna, empapando su pantalón.

Afuera, la gente detuvo sus gritos, de pronto sus ánimos justicieros se aplacaron, detuvieron la persecución al ver que el perseguido atravesaba esa obscura puerta de madera, ennegrecida, ahumada, en esa calle escondida y poco iluminada.

Voltearon sus rostros en otra dirección y pretendieron como si no hubiera pasado nada, cada quien se fue por su lado, tomaron caminos distintos, lo mas lejos posible de ese lugar, algunos de ellos persignándose discretamente, murmurando.

-Lo agarramos cuando salga-
-Si sale…-


Adentro del oscuro edifico, el violador, de pronto, solo escuchaba el latido acelerado de su corazón y su respiración acelerada, ¿A dónde se había ido todo el mundo, porque estaban tan callados?

Los pulmones le ardían, el sudor le había empapado la cara, sintió un dolor agudo en la parte trasera de la cabeza y se toco, sangre…una piedra, supuso.

De pronto un pensamiento le invadió, ya sabia porque lo habían dejado de perseguir, habían ido por gasolina o por cócteles Molotov para incendiar esta casa abandonada, con el adentro, así es esta gente, ellos hacen su propia ley.

Alimentado por este pensamiento, decidió buscar otra salida de la casa, no podía usar la entrada principal ya que lo mas seguro es que lo estaban esperando. Al dar el primer paso se dio cuenta que tenia un vidrio encajado en la pantorrilla izquierda.

En la penumbra, se sentó en el suelo y se dispuso a sacarse el vidrio, lo logro dando un gemido de dolor, entrecerró los ojos para intentar ajustar su visión a la oscuridad y ver el tamaño de el proyectil y que tanto había penetrado.

Algo se movió muy lentamente en las sombras, algo a nivel del suelo.

-Ratas…lo que me faltaba- y arrojo el trozo de cristal en esa dirección.

Aunque no escucho que cayera.

-O-

Trabajosamente se puso de pie y comenzó a caminar cautelosamente en la oscuridad, apoyándose en las paredes.

Aunque sus ojos ya se habían habituado a la oscuridad, esta continuaba siendo densa, parecía que las paredes de la casa estuvieran pintadas de negro y no había por ningún lado ninguna fuente de luz, inclusive cuando sus manos encontraban una ventana, esta estaba herméticamente cerrada y clausurada por fuera.

Había perdido la noción del tiempo, ignoraba cuanto tiempo llevaba perdido en ese laberinto nocturno, había encontrado varios cuartos, pero no sabia exactamente hacia donde se dirigía.

- Ah como soy idiota-

Pensó a la vez que se apresuraba a buscar en sus bolsillos, siempre lleva con el cigarros y cerillos, porque le gustaba fumar después de perpetrar sus crímenes…eso lo relajaba.

Se apoyo en un muro, se puso un cigarrillo en la boca y lo encendió.

Dejo el cerillo encendido e intento escudriñar las tinieblas con la tenue y parpadeante luz que este emitía, aun ayudado por ese minúsculo destello, no alcanzo a ver nada extraordinario, muros con la pintura descarapelada y ennegrecida, el suelo lleno de basura, trapos viejos, periódicos...el cerillo se apago de pronto causando una pequeña quemadura en los dedos que lo sostenían.

Murmuro una maldición, agito la mano y se llevo los dedos a la boca, una sombra se deslizo detrás de el.

Sus manos volvieron a encontrar el mango de la navaja,dejo caer su cigarro y lo apago con el pie, guiado por su tenue resplandor rojo, al tiempo que una punzada de dolor le recordaba la mordida de Marijose en su mano, esperando encontrar a alguno de sus captores, retrocedió mientras sus ojos, ahora un poco ajustados a la oscuridad, exploraban a su alrededor, en expectativa de cualquier movimiento.

De nuevo, en el quicio de una puerta, un furtivo, pero lento movimiento llamo su atención, esta vez, volteo rápidamente y , con la hoja de la navaja por delante, y el otro brazo , extendido para sortear algún obstáculo oculto por la noche, avanzo, dispuesto a llevarse por delante a alguno de sus perseguidores, no vendería barata su inútil vida.

- ¿Qui-quien anda allí?- tartamudeo, seguro de que lo tenían acorralado como a un perro...-¿Qué quieren?...yo no hice nada...- su voz bajaba de tono, intentando sonar como la victima de un terrible malentendido que se estaba defendiendo de las circunstancias.

La puerta lo llevo a un largo pasillo, con puertas a ambos lados del mismo, y una al final, lo recorrió lenta y cuidadosamente,aun adolorido de la pantorrila,por lo mismo, deseaba no tneer que correr de nuevo, agudizando el oído, esperando ser emboscado en cualquier momento,siguio avanzando, entre mas caminaba, mas oscuro se ponía y mas silencioso.

Creyó que todo había sido su imaginación, fue bajando lentamente la navaja , pero, mientras pensaba que, a lo mejor, alguna de estas puertas loe podría llevar afuera, el silencio se vio roto por un casi inaudible gimoteo, como el de un niño llorando que no quieren que lo escuchen, siguió el sonido hasta la puerta del fondo, pego su oído a la misma y si, el ruido provenía de allí, presiono la puerta y la abrió fácil y lentamente, desconfiado, busco sus cerillos y encendió otro, pero este se apago casi al mismo tiempo de que fue prendido, pero ese instante de luz fue suficiente para descubrir de donde provenían los sollozos.

No era un niño, era una niña.



-O-


Si hubiera habido algo de luz en el cuarto, se hubiera notado la cara de alivio y la cínica sonrisa que portaba el criminal.
-Claro...- pensó – Es una niña de la calle, ha de vivir aquí, como esta casa está abandonada...-
Olvido por completo la penumbra y el miedo, o la posibilidad de que lo estuvieran esperando afuera para lincharlo o algo peor, solo pensaba que, después de todo, no se iba a quedar con las ganas esa noche.

Como lobo con piel de oveja, entro al cuarto y cerro la puerta detrás de el, guardo la navaja y se dirigió a la niña.

- No te asustes, no te voy a hacer nada ¿eh?- encendió otro cerillo para ver bien a su victima, no parecía el arquetipo de niña de la calle,( morena, de piel obscura y con ropa vieja y sucia), sino que era de unos 15 años, llevaba puesto un vestido de tela verde descolorido, era mucho muy delgada, tenia el cabello rubio hasta los hombros, sucio y relamido, las mejillas hendidas, los pómulos pronunciados, los grandes ojos gris pálido estaban hinchados de llorar, se encontraba en una esquina del cuarto, sentada en el suelo abrazando sus rodillas, con la cabeza apoyada en la pared y con la mirada perdida, siquiera parecía haberse percatado de que ya no estaba sola en la habitación.

El nunca se cuestiono por que estaba allí, en ese momento su adrenalina estaba la 100% en anticipación por perpetrar su vil crimen, antes de que se apagara el cerillo, busco algo que encender para así continuar iluminando la habitación mientras hacia lo suyo, ya que era muy importante ver la cara de su presa mientras la atacaba, así le gustaba.

Encontró un montón de periódicos viejos e hizo una improvisada fogata, continuo hablando mientras lo hacia, intentando parecer amable y tranquilizar a la niña, lograr su confianza para atacar sin que se lo espere, cuando el fuego estaba encendido e iluminaba el cuarto, volteo a ver a la pequeña.

Hubiera jurado que estaba en la otra esquina de la habitacion.

Se acerco a ella a gatas, lentamente, siempre con una sonrisa, cuando llego a ella, furtivamente, metió su mano por debajo de su vestido, buscando su sexo.

Temblaba por la anticipación y no sabia si podía soportar mas tiempo, cuando estuvo a punto de abalanzarse sobre ella, sintió algo mucho muy frió que le cubría la mano que estaba mancillando la joven vagina, saco su mano y la vio con curiosidad, estaba cubierta de sangre.

El piso, las piernas de la niña y parte de la pared, al igual que su mano estaban cubiertos de sangre obscura, viscosa y sobretodo, fría, helada, que le calaba hasta los huesos.

Levanto su vista y, por primera vez, sus ojos y los de la niña se encontraron, sintió que el frío que lo rodeaba le congelaba el alma misma a través de esos ojos grises.

Una lagrima de espesa sangre salio de uno de ellos y ella, entre su llanto, hablo con la voz mas triste que jamás ser humano alguno hubiera oído, y tan solo dijo:

-Yo quería quedarme con el...-

El supuesto violador sintió como si todo el aire de sus pulmones hubiera desaparecido, intento alejarse de allí, la sangre del suelo llego hasta en donde estaban los periódicos en llamas que iluminaban el cuarto, apagándolos, en cuanto la ultima llama fue extinta, el mundo cambio en un destello de luz ante sus ojos, cegándolo por un momento.

Se vio en el mismo lugar, pero en un tiempo y momento distinto.

Las paredes estaban como nuevas, de color gris, luces fosforescentes iluminaban la habitación, había una mujer en un escritorio y otras tantas, de varias edades, sentadas en sillones, en sus miradas, se reflejaban tanto pena como tristeza, vergüenza y consternación, era una sala de espera.

Intento hablar para pedir ayuda o una explicación, pero de su boca no salían palabras, solo gemidos sordos, otro destello de luz lo llevo en segundos a otro lugar.

Esta vez era una pequeña sala de operaciones, austera mas sin embargo, limpia, una persona vestida de blanco, un doctor, se ponía unos guantes de goma y un cubre bocas, en la mesa de operaciones, con las piernas subidas a un potro, estaba una mujer, no, mejor dicho, una niña, la misma niña que había encontrado. Pero en mejor estado de salud, su piel tersa y rozagante, su cabello rubio brillaba bajo las luces del quirófano, su vientre abultado sobresalía, aun cubierto con una sabana. Junto a ella, una dama bien vestida de mediana edad, le sostenía la mano, visiblemente avergonzada de estar allí o de hacer lo que hacia, de los ojos de la niña las lagrimas de desbordaban.

Mientras una enfermera le administraba un sedante con una jeringa, la joven madre dijo, antes de caer bajo los efectos del mismo, mirando a su madre con ojos suplicantes:

-Yo quería quedarme con el...-

Otro destello, la madre vociferaba, mas el no escuchaba nada, gritándole al medico, mientras la enfermera y la recepcionista intentaban contenerla en su frenesí, las lagrimas le habían corrido el maquillaje y varias líneas negras recorrían su mejilla. Algo había salido mal en la operación.

La imagen cambio, ahora, mientras la enfermera llevaba una pequeña sabana con dibujos de patitos, cubierta de sangre,con...algo dentro, con cuidado hacia un contenedor de basura, un grupo de personas irrumpe en la clínica clandestina, destruyendo todo su paso, cubiertos de mascaras tipo pasamontañas, el intenta cubrirse, pero nota que pasan a través de el como si no existiera, los atacantes sacan armas y matan a todo aquel que se les pone enfrente, uno de ellos vacía el contenido de una lata de gasolina en el suelo, cuando creen que todo mundo esta eliminado, encienden la gasolina y las llamas envuelven todo mientras escapan.

Abre lo ojos, de nuevo en la oscuridad, ella ya no esta, la sangre ya no esta, tiene que salir de allí.

Presa del pánico, abre la puerta e intenta salir, pero olvida la herida de su pantorrilla y el dolor le obliga a doblar la pierna y cae al suelo, pero cae sobre algo...algo pequeño, algo vivo, que cruje y sangra bajo su peso, no le importa, una rata o un perro pequeño,tel vez. Intenta, pero no logra levantarse, se ve atado por cuerdas invisibles que lo apresan, las cuerdas están húmedas y son elásticas y correosas, entre mas se mueve, mas aprietan , esta casi convertido en un capullo cuando decide dejar de moverse, el olor es insoportable, es olor a algo muerto hace años.

No se ha dado cuenta de las pequeñas piernas y manos semi-formadas que gatean en el sucio piso y que se acercan cada vez mas, pequeños cuerpos nonatos y deformes,
pútridos. Cuando lo hace, es demasiado tarde, como hormigas a un gusano, lo han cubierto, de todos tamaños, en todas las etapas de desarrollo interrumpido, almas inocentes pero condenadas al infierno sin haber cometido pecado, con sus ojos como dos diminutos carbones incandescentes en la noche, y sus bocas sin dientes (los que tienen boca), abiertas, como proyectando con dolor, pero sin ruido alguno, los llantos silenciosos que nadie jamás escuchara.

Los cordones umbilicales de estos fetos y cigotos son los que lo apresan, al intentar levantar la cabeza, ve de nuevo a la niña, con su vestido manchado de sangre a la altura de su abdomen (que en verdad es una bata, ahora lo sabe) pero ahora sus ojos están vacíos, negros, con lagrimas de sangre seca debajo de ellos que recorren sus ahora cadavéricas y descompuestas mejillas, su boca muerta se mueve y, como no tiene labios o lengua para formar palabras, no sale sonido alguno de ella, mas sin embargo, el sabe muy bien lo que esta intentando decir, antes de que el miedo y la locura se apoderen de el...



-Epilogo-

-Los traigo aquí, los traigo aquí...-

Es lo que murmura el indigente, la gente lo evita y lo ignora. Su ropa esta sucia y rota, apesta a heces, orina y sudor, su mirada esta perdida en el infinito, su cabello y su barba están largos, sucios, llenos de parásitos y prematuramente encanecidos.

Se sienta en la entrada de la vieja clínica clandestina del barrio, en frente de la puerta quemada, en posición fetal, abrazando su estomago y repitiendo, rápidamente y en voz baja, como un arrullo demencial:

-los traigo aquí, los traigo aquí...-

Nadie le habla, nadie le hace caso, como si estuviera maldito,apestado, a veces le dan algo de comida por lastima, pero prefieren hacer como si no existiera.

Incluso aquella noche en la que sus gritos no dejaron dormir a nadie del vecindario, la noche en la que decidió de nuevo entrar al edificio abandonado e internarse en lo más profundo y oscuro para, con un pedazo de cristal roto, quitarse la vida enterrándoselo el mismo en su vientre.

Nadie lo vio mientras se desangraba lentamente de la herida que le atravesaba el torso de lado a lado, y aun mientras agonizaba aun decía:

-los traigo aquí, los traigo aquí...-

A la vez que su vida se extinguía, docenas de pequeños cigotos, negros como la noche,
No más grandes que un ratón, salían de la herida, retorciendo sus minúsculas manos y pies sin desarrollar, respirando por primera y ultima vez.

1 comment:

Mauricio Angulo S. said...

Wow... muy interesante Rod. Tal vez te gustaría publicarlo en Wikificciones (http://www.wikificciones.com/)