Sunday, December 16, 2012

¿Dobe Davi Davidá? 2012

 

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Hace algunas semanas caminaba por la calle ocupándome de mis asuntos cuando una familia paso cerca de mí, era domingo y supongo que andaban de paseo, de pronto uno de los niños del grupo señaló hacia el cielo y con lujo de honesta alegría y sincero entusiasmo, expresó su sorpresa al ver pasar…un avión.

Un avión.

Yup.

No un ave...

Ni mucho menos Superman…

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Sin ofender, Supes…

Un simple avión comercial como los que vemos cada minuto pasar por el cielo de la ciudad. No sé si vendrían de alguna parte del país o de la ciudad en donde no pasaron tan seguido, pero ese aeroplano en ese momento se convirtió en un hito en el paseo del niño y les aseguro que siguió hablando por días al respecto.

Este hecho me planteo la pregunta: ¿Cuándo dejamos de sorprendernos por el mundo que nos rodea?

Carajo, deja el “cuando”… el “porque”.

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¿Cuándo decidimos que todo lo sabemos, que nada nos sorprende, que nada nos emociona al grado de gritar y brincar de emoción o de dejarnos sin habla?

¿Somos tan cínicos, tan mundanos y sofisticados que el mundo a nuestro alrededor tiene que esforzarse para sorprendernos y emocionarnos?

Y si es así, si nuestras vidas son tan extraordinarias, modernas y brillantes ¿Qué sentido tiene levantarse en las mañanas para vivir en un mundo que no nos ofrece nada nuevo, que perdió su magia, su ilusión y su novedad?

No quisiera vivir en un mundo así…dudo que alguien quiera vivir en un mundo así.

Tampoco es de irnos a vivir a la Patagonia o tener un Ñandú de mascota o andar vestido de Iron Man todo el día para hacer que nuestra vida sea “extraordinaria”, “original” e “impredecible”. Si uno se esfuerza demasiado en ser lo que no es, por lo general lo resultados no son los esperados (y estoy siendo amable).

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No, no voy a intentar venderles eso de “El niño que todos llevamos dentro”…aceptémoslo, jamás vamos a recuperar exactamente esa capacidad de asombro, inocencia y alegría de vivir, porque el mundo y no es tan nuevo para nosotros, hemos vivido y experimentado muchas cosas. Pero siempre hay cosas nuevas por descubrir…

Muchas veces, las cosas extraordinarias son las cosas más simples, cosas cotidianas a nuestro alrededor que no notamos, que damos por seguras o que se pueden lograr con el mínimo esfuerzo, el mínimo sacrificio de nuestro tiempo, nuestra atención o nuestro espacio.

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Un acto de amabilidad desinteresado, una sonrisa inesperada que nos alegra el día , una noche llena de estrellas, un atardecer especialmente hermoso, descubrir lugares, personas, ideas, libros, películas, comida, arte, sentimientos, sensaciones y experiencias, dar y recibir amistad, comprensión, apoyo y cariño sin esperar nada a cambio.

Oh, si…siempre habrá algo que nos sorprenda, que nos haga sentir bien y no hay que buscarlo desesperadamente, solo sucede, solo que a veces no nos damos cuenta.

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Tal vez no celebren la Navidad, pero creo que ese es el espíritu de estas fiestas, celebrar con los seres queridos esas pequeñas maravillas, juntarlas todas en un día del año lleno de alegría, luz, generosidad y abundancia…

Y esperar que el año entrante volvamos a hacerlo con el mismo entusiasmo.

Nos seguimos leyendo.

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