Idealmente, estaríamos viviendo un otoño ideal, salido de una novela de Ray Bradbury o una pintura de Norman Rockwell.
Tardes grises apenas iluminadas por los rayos de sol que se filtran a través de las nubes, un aire frio que nos obliga a usar abrigos, gorras y bufandas, deseando estar en casa con una taza de té o chocolate caliente.
Las calles, los parques y los patios cubiertos de una alfombra de hojas muertas en tonos ámbar, dorado, caramelo y naranja que crujen bajo nuestros pies cuando las pisamos y murmuran sus últimas palabras cuando el viento las levanta en caprichosos remolinos. Los arboles que las perdieron alzando sus ramas vacías hacia el cielo, en busca de la lluvia y el sol que les hará renacer, como telarañas abandonadas.
Sin embargo, ya sea porque estamos en un país más bien tropicalón, el apocalipsis Maya o por el calentamiento global, escribo estas líneas mientras un cálido sol –que no tuvimos en verano, en donde hubo chubascos y días nublados – ilumina cada rincón de la ciudad, haciéndonos sentir alegres y gustosos de estar vivos. La gente usa prendas ligeras y primaverales y toma bebidas frías para refrescarse, gotas de sudor perlan sus sienes.
Y entre ese veraniego panorama, las calabazas, los esqueletos y los gatos negros que adornan las ventanas y aparadores, deslucen – como lo harán en unos meses los adornos de Navidad – ante los brillantes rayos del sol. No se sienten como las creaturas que presagian la lenta muerte del año, no se ven como los centinelas que guardan el mundo de lo supra natural del nuestro. Son como juguetes abandonados y fuera de lugar, sin gracia, sin chiste…sin una razón de ser.
Entonces es cuando cae la noche…
Al parecer el otoño es como un vampiro, que solo aparece al anochecer. La temperatura desciende considerablemente pero no demasiado, el frio de otoño es diferente al de invierno, se siente, sabe distinto...El frio de otoño sabe a calaveras de azúcar, a cempasúchil, a mole recalentado, a pan de muerto, a pay de calabaza y calabaza en tacha, tiene aroma de canela, clavo, jengibre, cera, copal e incienso. No es del frio que te cala los huesos y te pone la nariz roja y chorreante, pero si tiene a estremecer ciertos rincones del alma humana, para recordarle que el año está muriendo, y su cuerpo se enfría poco a poco, dejando su lugar al joven y osado año nuevo.
En las sombras de otoño se llevan a cabo confabulaciones y se intercambian secretos espíritus chocarreros y bondadosos, que comparan notas con respecto a lo que encontrara en sus altares u ofrendas como niños en noche de Reyes. Y mientras se acerca el día del solsticio de otoño. Duendes inquietos, diablillos traviesos y otras cosas que rechinan, rebotan y se retuercen en la oscuridad se regocijan porque pueden salir a pedir dulces y la gente creerá que son niños disfrazados. Las brujas saben que no hay mejor momento en el año para hervir pócimas y organizar aquelarres que en Samhain…la noche más larga del año…
…y blogueros con mas ideas en la cabeza que en papel, se preguntan ¿Qué demonios voy a escribir este año para Hallowe’en?
Pongan los tamales y el tequila en la ofrenda, prendan las veladoras y enciendan una vela para el pobre de Jack O’Lantern dentro de una calabaza hueca…
Samhain ya está aquí…
El Día de los Muertos se acerca…
Larga vida a la muerte, bienvenidos los que habitan en la noche eterna.
So come up to the lab
and see what's on the slab
I see you shiver with anticip…
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